Raquel Maldonado es una mujer de California, que estaba esperando a su primer bebé. Como toda madre, ansiaba más que nada tener un parto completamente natural.
Pero el destino le tenía otros planes. Durante la semana de gestación 32, los médicos le dijeron que el bebé venía sentado y por lo tanto, tendrían que practicarle una cesárea, pues en el estado era ilegal un parto convencional cuando el niño venía en dicha posición.
Pero el destino le tenía otros planes. Durante la semana de gestación 32, los médicos le dijeron que el bebé venía sentado y por lo tanto, tendrían que practicarle una cesárea, pues en el estado era ilegal un parto convencional cuando el niño venía en dicha posición.
De inmediato, Raquel se preocupó por las secuelas que la operación le dejaría en el cuerpo. No solo temía esto, sino también perder por completo su instinto como madre. Así que para hacerse a la idea, se puso a investigar.
Luego de buscar por Internet y preguntar a otras madres que habían pasado por lo mismo, el gran día llegó. Raquel tuvo su cesárea.
Y una preciosa niñita a la que llamó Alexia.
“No podría estar más orgullosa de esta cicatriz. No podría estar más orgullosa de mi misma. Y todos esos tontos miedos desaparecieron tan pronto como me di cuenta, de que estaba teniendo el bebé por el que había rezado y la experiencia que había esperado”, escribió.
Una cicatriz de cesárea no es motivo de vergüenza, es una prueba de amor y fortaleza.